La escuela de los animales
La Señorita Ciruela había preparado el aula, adornada con
carteles de Bienvenida, mi emoción era gigante por conocer a mis futuros
compañeros.
Me había vestido con calzas rayadas, cepillado cada una de
mis plumas y elegido un lindo pañuelo que adornaba mi cuello.
¡Ah! me había olvidado de presentarme, Hola, mi nombre es
Charo, mamá es un ñandú, papá un pato, por eso mi cuello es largo, mis piernas
flacas, tengo pico y plumas cremas pardas muy parecidas a las manchas de Pa.
Vivimos en el parque de la cuidad y frente a mi casa justito
queda la escuela de enseñanza técnica donde mis papas me inscribieron.
El primer día de clases al ingresar al aula me di cuenta que
todos ¡Mis compañeros era varones! Morí de la vergüenza, mi cuello estuvo toda
la clase escondido bajo la tierra, mientras que mi compañero la Hiena reía sin
parar.
- Cuerpo de chupetín, JA JA JA, se oía por lo bajo.
Pajarito me hablaba toda la clase tratando de convencerme
para que saliera a la luz. Pero no hubo caso, La Seño hablaba con voz fuerte
así podía escucharla desde bajo tierra:
- Charo, solita con los días vas a ir tomando confianza-
decía Ciruela.
Las risotadas burlonas de mi compañero cada vez eran mayor
con el correr de los días:
-Pata pata ñato, JA JA JA, repetía la Hiena.
Yo buscaba miles de escusas para no ir a clase como: me
duele la panza, hoy no hay clase porque están de paro, mañana tampoco porque
desinfectan, Y sí pensaba yo, ¡Ojalá desinfecten a más de uno! Porque ese aula
olía a zorrino asustado.
Un día tuve que volver a clase con cara de no pasa naranja,
mi amigo pajarito me dio una mano, mejor dicho un ala para las tareas. Pero la
tranquilidad duro poco en el aula, la primer risotada me hizo correr hasta el
asiento de la Hiena y transformarla en una flauta dulce con las picoteadas,
quedo con agujeritos en el cuerpo de los cuales se oían salir las carcajadas y
los compañeros que se encontraban a su alrededor con la ayuda de los dedos
trataban de tapar.
Por demás esta contarles que el resto de las clases la Seño
Ciruela tuvo la voz suave y nadie conversaba en el aula, porque escuchábamos
muy atentos a la Hiena que con su melodía risueña y afinada a todos nos
entretenía.
¡Colorín colorado
Termino este cuento
picoteado!
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