jueves, 28 de junio de 2012

Fita


Fita era una jirafita bebé que quería ser grande, porque le habían dicho que solo así podría usar las bufandas que tejía su abuela. Es por eso que deseaba que los días se le pasaran rapidísimo, para que su cuello fuera tan largo como el de sus familiares.
Fita pensaba que si se estiraba mucho alcanzaría los frutos de los árboles más altos, y su cuellito, que era cortito, se alargaría tanto como el de las otras jirafas.
Se preocupó por alcanzar la cima de los árboles de diferentes  formas. Primero intentó con una escalera, luego subiéndose un barrilete y finalmente con la ayuda de un globo, voló hasta las manzanas rojas que estaban en las últimas ramas.
Cuando se acercaba a los frutos, hacía su mejor esfuerzo para que su cuello se estirara al máximo y así es como se comía todas las manzanas hasta quedar con la pancita llena.
Luego de tantos intentos por estirar su cuello, pasaron  los días, las semanas y los años, hasta que Fita llego a ser una jirafa adulta.
Por fin su cuello era tan largo como el de todas. Entonces pudo vestir las bufandas que tejió su abuela: atrevidas, coloridas, trenzadas, con pompones, con nuditos y flequitos.

Fita finalmente comprendió que para cumplir grandes deseos hay que esmerarse y ser pacientes. 

Autora: Anabela Acuña
Ilustración: Ana Banegas


Bichófilo

Bichófilo pensaba que era poco atractivo,  por su color verde, mal olor y porque era una chinche.
Sus amigos, le decían que se parecía a una vaquita de San Antonio, claro sólo le faltaban los lunares y un buen perfume francés.
Esa era su mayor preocupación, no tener lunares,  porque para él, eso lo  hacía menos vistoso que a los demás.
Soñaba con lunares de todos los colores, grandes o chicos, pintados o estampados.
Un día se acercó a una tienda a comprar unos centímetros de tela para confeccionar una capa lunarezca bien larga,  que aunque no parezca,  le cubriera todo su cuerpito.
Cada vez que salía al jardín, no olvidaba colgársela sobre los hombros. Muy feliz Bichófilo se encontraba, hasta que una tarde lo sorprendió un fuerte viento por la espalda que lo asustó y dejo caer, su capita.
Ese viento era el movimiento de las alas  del ave Picuda, en búsqueda de su alimento.
Bichófilo buscó refugio sobre unas hojitas verdes, donde su cuerpito quedó totalmente camuflado.
Para Picudo, el ave, no fue fácil distinguirlo entre las tonalidades de las plantas y siguió camino hacia otro rumbo.

En ese momento Bichófilo comprendió que siendo como realmente era, podía afrontar los problemas que se le planteaban y que era muy importante confiar en uno mismo.

Mira quién salta

Aitana tenía una corona de oro porque era la reina de las ranas. Tan grande y pesada quedaba esa coronita en su cabeza que al caminar y brincar por los jardines del castillo, su cuerpo lucía encorvado y daba saltos bajitos.
Para no darse por vencida y superar el récords guiness de salto en alto. Un día se atrevió a saltar desde un avión, cerró los ojos, contó uno, dos y tres y saltó con paracaídas, una vez en el aire tenía los pelos de punta y no precisamente por los nervios. Al pasar con tanto envión cerca del árbol limonero que estaba en el medio del patio, la corona de Aitana quedó atrapada y pendía de un limón.
-¡Qué macana! Dijo la rana al sacudir los pompis después del aterrizaje.
-¿Quién podrá ayudarme? Y se puso a pensar tanto tiempo que llegó su cumpleaños y se le ocurrió una idea buenísima.
Envío invitaciones al Conejo Serafín, también al Canguro Arturo y tampoco se olvidó de la Langosta come moscas, quienes, como ustedes saben son animales saltarines.
Durante la fiesta la rana Aitana pensaba que alguno de sus amigos luego de dar grandes saltos sobre el castillo inflable la ayudaría a recuperar su corona.
-¿Y qué fue lo que paso?
Todos sus amiguitos junto a Aitana se rieron a carcajadas lo que duró el cumpleaños.
Estaban muy distraídos y no se dieron cuenta que sobre las ramas del árbol de limón una Paloma había robado la corona y se había ido volando bajito.
A partir de ese día Aitana, la Reina Rana no se pierde ninguna tarde en las que sus amigos se reúnen a jugar y lleva puesta en su cabeza una coronita, un poco chiquita, pero está hecha con cáscaras de un limón. Es amarilla y brilla tanto como el oro.

¡Colorín colorada
terminó este cuento

de limonada!

Texto: Anabela Acuña

Presentación


Este espacio fue creado para que a través de tu voz  los cuentos sean compartidos con  las  personas que más querés. Adelante ¡ Pasen y lean!

Anabela
Bahía Blanca, Argentina.