miércoles, 11 de julio de 2012

Huguito, El Brujito



Huguito era el hijo más pequeño de una bruja. Para obtener el nombre de Brujito tenía que aprender a volar por la oscuridad de la noche y recibir su escoba mágica. Durante el día practicaba y podía hacerlo muy bien, pero cuando llegaba la noche, quedaba paralizado, por su temor a la oscuridad y prefería acostarse a dormir hasta el día siguiente.
Esa noche estaba en su habitación, con la luz apagada, cuando escuchó un ruido en su ventana que lo hizo saltar de la cama. Caminó sin ver hasta que se encontró con su mamá. -Es el viento, le explicó su mamá bruja -sopla muy fuerte, porque debe estar de mal humor y cuando está contento sopla suavecito.
Un poco más tranquilo,  trató de conciliar el sueño y soñó que era amigo del viento y lo llevaba a  pasear  durante la noche. Podía volar con su escoba, sin nada que temer, lo único que le faltaba era poder ver un poquito en semejante oscuridad.  Para eso, su amigo el viento, le regaló unos anteojos mágicos. Cuando a Huguito  le gustaba un lugar para quedarse a jugar, el viento soplaba despacito, así él podía aterrizar  sobre un colchón de pasto para dar vueltas carnero. Y se animó a aterrizar sobre el mar, surfear en las olas o  tirarse sobre su escoba como una patineta desde los médanos más altos. En una de esas aventuras perdió los anteojos mágicos y no los encontró, en medio de la noche. Entonces su amigo sopló fuerte para llevarlo nuevamente de regreso a su hogar.
Así perdió el miedo a la oscuridad. Esperó hasta que el sol se escondiera y llamó  al resto de los brujos, para demostrarles que hacía piruetas en el cielo. Todos quedaron maravillados y como habían prometido le dieron una flamante escoba. De más está contarles que el hijo más pequeño de la bruja recibió el nombre de Huguito, El Brujito.

Texto: Anabela Acuña
Ilustración: Ana Banegas


viernes, 6 de julio de 2012

Noni, ¡cuenta uno, cuenta dos y a dormir!


          Noni era la abuela de las hadas. La llamaban así porque era el hada de los sueños. Muchos años, ella se había pasado contando cuentos, a todos las niñas y niños que se estaban por ir a dormir. Noni  ya tenía varias arrugas y en cada una había muchas historias.
El hada Noni viajaba, con las arrugas puestas, y además con un baúl gigante lleno de disfraces, que se ponía según el cuento que los niños le pidieran. Todos la esperaban ansiosos para escuchar sus relatos, con el piyama puesto y dentro de la cama. Noni les contaba un, contaba dos y a dormir.
Una noche el hada Noni se olvidó de la historia y tuvo que comenzar a contarla una y otra vez. Alarmada por lo sucedido, le confesó a sus amigas lo que le estaba pasando, ¿Sería su vejez?
Noni  no quería tomarse unas vacaciones. Pero le preocupaba que ya no se le ocurrían nuevas historias ¿Ya se las había gastado todas?
Entonces inventó una máquina cuenta cuentos, la cargó con imágenes de paisajes, personas, animales y plantas, agregó también sentimientos de amor, tristezas y alegrías y presionando una palanca las mezcló. De esta forma quedaban hechas las historias.
Pero a los niños, estas historias ya no les causaban el mismo efecto. Contaba un , contaba dos y los niños daban miles de vueltas en la cama para irse a dormir.
¿Qué había pasado? Noni buscó la respuesta por todos lados, y no la encontró. Entonces pensó con el corazón y ahí se dio cuenta. Para que los niños duerman, las historias deben ser contadas con el corazón. De manera que se olvidó de la máquina para inventar historias y buscó dentro de su alma, Desde esa noche contó uno, contó dos y a dormir.



miércoles, 4 de julio de 2012

Cloudy , “Una mezcla de fantasma y fantasía”



Cloudy lo había visto una vez cuando era chiquita, mientras dormía  y pensó, “yo quiero  ser como él cuando sea grande”.
¿Un fantasma? Sí, quería ser un fantasma.
Cloudy era una fanática de ellos y les había sacado muchas fotografías, ya se los acordaba de memoria. Se parecían un poquito a  Cloudy, porque eran de color blanquito y sin cara, y también podían flotar como ella.
Pero algo le faltaba aprender para ser como ellos: asustar y para eso tendría que estudiar en la Escuela Fantasma.
Cuando cumplió los  cinco años fue volando para anotarse en las materias que dictaban, Asustando I, El susto a la siesta I, El susto a la noche II. Cuando obtuvo su diploma, dejó su viejo trabajo en los cielos y comenzó en los sueños, trabajaba algunas horas de mañana, otras por la siesta o por la noche.
Cloudy aunque agotada estaba muy contenta porque hacía lo que le gustaba.
La primera vez que asusto a un niño fue a la madrugada, muy despacito, sin hacer ruido, entró en su sueño,  pero el niño se dio cuenta y se despertó todo mojado, creyendo que se había hecho pis en la cama.
Pero la pura realidad, era que ella al ser una nube cuando se acercaba mucho a los nenes los dejaba empapados porque desparramaba muchas gotitas de lluvia para todos los lados.
Entonces ahí fue cuando empezó a preocuparse, y a prestar más atención. Cuando asustaba a la hora de la siesta, también dejaba a los chicos todos mojados. Si ellos se despertaban antes de la merienda pensaban que se les había caído la leche en la cama.
Cloudy ya no podía seguir con ese trabajo de fantasma, y decidió volver con gran dedicación, con las otras nubes, los días de tormenta,  y hacer crecer muchos pastos y lindas plantas para que se pongan más verdes. Y Cloudy ya no mojó a todos los niños con sus sustos.

martes, 3 de julio de 2012

Una carrera monstruosa



Era el día que se corría la final de la carrera de bicicletas BMX ( Bici, monstruos, extremos). Estaban todos los monstruos  preparados  en la línea de largada.
Eran monstruos de muchos colores. Cada uno representaba a los diferentes sustos de las distintas localidades. El monstruo marrón venía desde las sierras cordobesas, el  color transparente, de los aires buenos, el verde, de la selva tucumana , el amarillo, llamado Santiago, vivía por la zona, y el rojo era de Bahía Blanca, ¿Pero no debería ser blanco? ¡No! Era de color rojo, él había elegido ese color porque era su favorito.
Todos estaban preparados para la competencia, algunos dejaban sobresalir desde su casco algún que otro ojo, algún piojo y las antenas.
Habían entrenado mucho para ese día y viajado muchos kilómetros para poder participar.
Pipi pipiii, se escuchó la largada. Todos pedaleaban con gran rapidez. Algunos tenían ventaja porque eran monstruos de varias patas.
Durante el recorrido de la pista iban encontrando muchas lomitas que albergaban los sueños de todos los niños que los observaban desde la tribuna. Algunas eran más altas porque tenían varios sueños lindos y otras más bajas porque eran pesadillas se encontraban todas las clases sueños: de amor, aventuras, ciencia ficción, terror o suspenso. Cada monstruo se preocupaba en pedalear muy ligero para elegir la loma en la que más  se sintiera a gusto. Y una vez decidido cada monstruo, se quedaba con su bici descansando en la cima de la loma.
Pero el monstruo rojo pedaleaba con tantas ganas que se olvidó de elegir un sueño y llegó hasta la meta. Allí  lo esperaban los paparazzis con la cámara de fotos  y también su familia, la señora Monstrua, de rojo toda vestida y el mini monstruito, su hijo.
El monstruo rojo sentía una mezcla de felicidad por haber ganado la carrera y tristeza por no haber elegido un sueño infantil. Pero al llegar tan rápido, ganó más tiempo para concretar  junto a su familia  todas los sueños que quisieron.


Olorudo

Era uno de eso días donde el sol brilla poco y las nubes dejan caer pequeñas gotitas que te mojan despacito.
Olorudo se preparaba para salir con el piloto puesto y un gran paragua. 
A Olorudo lo llamaban así sus amigos peces de la laguna donde vivían, porque su aspecto lucía desaliñado, tenía olor, estaba medio seco y sus verrugas verdes ya no brillaban tanto con el sol. Todos le sugerían que se de ¡una buena ducha!
Olorudo era un sapito ¡que no le gustaba el agua! Cuando de cazar insectos se trataba, ¡se le complicaba! Sacaba su lengua larga y pegajosa pero se le enroscaba unas cuantas vueltas en el  paragua y necesitaba que lo ayuden para desenroscarse. Y cuando los bichitos venían volando lo esquivaban fácilmente ya que lo veían por su atuendo ¡tan llamativo!. Los amigos pececitos lo llevaban en  su espalda para recorrer las aguas de la laguna, también lo solían ver saltando de hojitas en hojitas siempre cuidando de no salpicarse.
Lo cierto era que nunca se metía en el agua a pesar de que sentía curiosidad por los relatos que escuchaba cuando se juntaba con los peces. Eran historias del mundo submarino y Olorudo quería poder imaginarlas.
Un buen día buscó un ¡traje de buzo! Se acercó hasta el muelle y tomó carrera para dar un salto de chapuzón. Una vez en el agua, nadó  y recorrió todos los lugares que jamás imaginó, saco muchas fotografías a cositas acuáticas que la gente pierde porque se les caen al agua. También a tesoros de la naturaleza, compartió una tarde mágica con todos los animalitos de la laguna.
Ese día Olorudo lo  guardó como un recuerdo inolvidable en su corazón y pensó que esa experiencia le era muy familiar como si alguna vez cuando fue niño ya la hubiese vivido.