Era el día
que se corría la final de la carrera de bicicletas BMX ( Bici, monstruos,
extremos). Estaban todos los monstruos
preparados en la línea de
largada.
Eran
monstruos de muchos colores. Cada uno representaba a los diferentes sustos de
las distintas localidades. El monstruo marrón venía desde las sierras
cordobesas, el color transparente, de
los aires buenos, el verde, de la selva tucumana , el amarillo, llamado
Santiago, vivía por la zona, y el rojo era de Bahía Blanca, ¿Pero no debería
ser blanco? ¡No! Era de color rojo, él había elegido ese color porque era su
favorito.
Todos estaban
preparados para la competencia, algunos dejaban sobresalir desde su casco algún
que otro ojo, algún piojo y las antenas.
Habían
entrenado mucho para ese día y viajado muchos kilómetros para poder participar.
Pipi pipiii,
se escuchó la largada. Todos pedaleaban con gran rapidez. Algunos tenían ventaja
porque eran monstruos de varias patas.
Durante el
recorrido de la pista iban encontrando muchas lomitas que albergaban los sueños
de todos los niños que los observaban desde la tribuna. Algunas eran más altas
porque tenían varios sueños lindos y otras más bajas porque eran pesadillas se
encontraban todas las clases sueños: de amor, aventuras, ciencia ficción,
terror o suspenso. Cada monstruo se preocupaba en pedalear muy ligero para
elegir la loma en la que más se sintiera
a gusto. Y una vez decidido cada monstruo, se quedaba con su bici descansando
en la cima de la loma.
Pero el
monstruo rojo pedaleaba con tantas ganas que se olvidó de elegir un sueño y
llegó hasta la meta. Allí lo esperaban
los paparazzis con la cámara de fotos y
también su familia, la señora Monstrua, de rojo toda vestida y el mini
monstruito, su hijo.
El monstruo
rojo sentía una mezcla de felicidad por haber ganado la carrera y tristeza por
no haber elegido un sueño infantil. Pero al llegar tan rápido, ganó más tiempo
para concretar junto a su familia todas los sueños que quisieron.
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