martes, 3 de julio de 2012

Olorudo

Era uno de eso días donde el sol brilla poco y las nubes dejan caer pequeñas gotitas que te mojan despacito.
Olorudo se preparaba para salir con el piloto puesto y un gran paragua. 
A Olorudo lo llamaban así sus amigos peces de la laguna donde vivían, porque su aspecto lucía desaliñado, tenía olor, estaba medio seco y sus verrugas verdes ya no brillaban tanto con el sol. Todos le sugerían que se de ¡una buena ducha!
Olorudo era un sapito ¡que no le gustaba el agua! Cuando de cazar insectos se trataba, ¡se le complicaba! Sacaba su lengua larga y pegajosa pero se le enroscaba unas cuantas vueltas en el  paragua y necesitaba que lo ayuden para desenroscarse. Y cuando los bichitos venían volando lo esquivaban fácilmente ya que lo veían por su atuendo ¡tan llamativo!. Los amigos pececitos lo llevaban en  su espalda para recorrer las aguas de la laguna, también lo solían ver saltando de hojitas en hojitas siempre cuidando de no salpicarse.
Lo cierto era que nunca se metía en el agua a pesar de que sentía curiosidad por los relatos que escuchaba cuando se juntaba con los peces. Eran historias del mundo submarino y Olorudo quería poder imaginarlas.
Un buen día buscó un ¡traje de buzo! Se acercó hasta el muelle y tomó carrera para dar un salto de chapuzón. Una vez en el agua, nadó  y recorrió todos los lugares que jamás imaginó, saco muchas fotografías a cositas acuáticas que la gente pierde porque se les caen al agua. También a tesoros de la naturaleza, compartió una tarde mágica con todos los animalitos de la laguna.
Ese día Olorudo lo  guardó como un recuerdo inolvidable en su corazón y pensó que esa experiencia le era muy familiar como si alguna vez cuando fue niño ya la hubiese vivido.

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