Aitana tenía una corona de oro porque era la reina de las
ranas. Tan grande y pesada quedaba esa coronita en su cabeza que al caminar y
brincar por los jardines del castillo, su cuerpo lucía encorvado y daba saltos
bajitos.
Para no darse por vencida y superar el récords guiness de
salto en alto. Un día se atrevió a saltar desde un avión, cerró los ojos, contó
uno, dos y tres y saltó con paracaídas, una vez en el aire tenía los pelos de
punta y no precisamente por los nervios. Al pasar con tanto envión cerca del
árbol limonero que estaba en el medio del patio, la corona de Aitana quedó
atrapada y pendía de un limón.
-¡Qué macana! Dijo la rana al sacudir los pompis después del
aterrizaje.
-¿Quién podrá ayudarme? Y se puso a pensar tanto tiempo que
llegó su cumpleaños y se le ocurrió una idea buenísima.
Envío invitaciones al Conejo Serafín, también al Canguro
Arturo y tampoco se olvidó de la Langosta come moscas, quienes, como ustedes
saben son animales saltarines.
Durante la fiesta la rana Aitana pensaba que alguno de sus
amigos luego de dar grandes saltos sobre el castillo inflable la ayudaría a
recuperar su corona.
-¿Y qué fue lo que paso?
Todos sus amiguitos junto a Aitana se rieron a carcajadas lo
que duró el cumpleaños.
Estaban muy distraídos y no se dieron cuenta que sobre las
ramas del árbol de limón una Paloma había robado la corona y se había ido
volando bajito.
A partir de ese día Aitana, la Reina Rana no se pierde
ninguna tarde en las que sus amigos se reúnen a jugar y lleva puesta en su cabeza
una coronita, un poco chiquita, pero está hecha con cáscaras de un limón. Es
amarilla y brilla tanto como el oro.
¡Colorín colorada
terminó este cuento
de limonada!
Texto: Anabela Acuña
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